Welcome back, Agatha Christie

Por Ari Piccioni

 

Ficha técnica: The Residence. Origen: Estados Unidos. Creador: Paul William Davies. Actores: Uzo Aduba, Giancarlo Esposito, Susan Kelechi Watson, Jason Lee, Ken Marino, Edwina Findley, Randall Park, Molly Griggs.

La serie The Residence, producida por Shonda Rhimes (Bridgerton, Grey’s Anatomy), construye un relato policial, con tintes de sátira institucional, que se sitúa en los pasillos privados de la Casa Blanca. A través de un asesinato ocurrido durante una cena de Estado, la historia articula una investigación que se entrelaza con la dinámica de poder, los secretos de los funcionarios y las tensiones entre el personal de servicio y las figuras de alto rango político.

 

La estructura narrativa, al estilo de Agatha Christie, se apoya en una fórmula de enigma clásico donde la inspectora Cordelia Cupp lidera la indagación con métodos poco ortodoxos. El estilo irreverente de Cupp contrasta con el entorno protocolar en el que se desarrolla la historia. Este choque entre lo institucional y la conducta de la investigadora introduce una mirada crítica sobre las apariencias y convenciones que rigen las instituciones políticas.

 

La ambientación juega un papel central en la construcción del relato. La recreación de la Casa Blanca, desde sus salones hasta sus espacios de servicio, delimita dos mundos en tensión constante. Las decisiones estéticas resaltan el artificio y el orden de los espacios oficiales, mientras que los sectores del personal evidencian la rutina, el cansancio y los vínculos subterráneos que sostienen la vida cotidiana del lugar. La escenografía refuerza la división simbólica entre quienes ostentan el poder y quienes lo hacen funcionar desde las sombras.

El guión incorpora elementos de comedia ácida y crítica social, tensionando los límites del género policial. Los diálogos están cargados de referencias a la cultura de las instituciones estadounidenses, a la exposición mediática de los funcionarios y a las estrategias de encubrimiento habituales en la esfera pública. Esta hibridez genérica permite que la serie no se agote en la resolución del crimen y proponga una lectura más amplia sobre las formas de autoridad y las lógicas del poder.

 

Los personajes secundarios construyen una red de sospechas y conflictos que enriquecen el relato (otro guiño a la obra de Christie con un simil Asesinato en el Orient Express). Cada uno de ellos guarda una relación ambigua con la víctima y con el sistema que habita. El personal de servicio, con sus historias de vida marcadas por el sacrificio y la obediencia, actúa como contrapunto a los funcionarios y sus privilegios. La multiplicidad de perspectivas permite que el crimen funcione como disparador para desentrañar tensiones más profundas.

La figura de Cordelia Cupp se erige como un elemento disonante en el entorno de la Casa Blanca. Su presencia rompe con las formas establecidas, desarticula la hipocresía institucional y expone las contradicciones de quienes sostienen una imagen pública pulcra mientras ocultan dinámicas privadas conflictivas. El personaje funciona como catalizador de las revelaciones, pero también como crítica de las estructuras de poder.

 

Como otro punto fuerte, el tratamiento del crimen no se orienta únicamente a la resolución de un enigma, también pone el foco en los vínculos rotos, las jerarquías abusivas y los silencios forzados que habitan los espacios institucionales. El asesinato funciona como excusa narrativa para explorar el malestar que subyace bajo la fachada de orden y estabilidad.

 

La serie propone una mirada que descentraliza a las figuras del poder político para seguir a quienes habitan la institución desde lugares subordinados. Esta inversión de perspectiva permite abordar temas como la explotación laboral, el racismo estructural, la discriminación de género y la doble moral de la elite política. A través del policial, se configuran escenas donde el conflicto de clases y la desigualdad se vuelven visibles.

 

El diseño de producción organiza la dimensión simbólica del espacio señalando los contrastes entre la ostentación de los eventos oficiales y la austeridad de los espacios de servicio. La iluminación y la dirección de arte colaboran en la construcción de una atmósfera que articula el artificio del poder con las emociones reprimidas que lo rodean.

La resolución del caso se conjuga con una exposición final de las tensiones acumuladas. El cierre no implica una restauración del orden, sino una revelación que deja al descubierto el costo humano de sostener una imagen institucional sin fisuras. La protagonista desmantela las narrativas oficiales que intentaban imponer una simulada armonía.

 

The Residence se inscribe en una tradición de relatos que utilizan el policial como excusa para explorar otros temas. Su aporte se encuentra en la elección del escenario, en la inversión de los roles tradicionales y en la incorporación de un humor ácido que condimenta perfectamente un buen asesinato.

Ari Piccioni

Licenciada en Comunicación Social. Docente en Comunicación Visual Gráfica I (UNR).  Amante de las series nórdicas y con zombies.