Sasuke Uchiha: odio y amor
Por Lucio Dall’Orso
El anime Naruto, basado en el manga homónimo de Masashi Kishimoto, se compone de centenares de episodios distribuidos en dos grandes etapas: la primera, simplemente titulada Naruto, y la secuela Naruto Shippuden, que retoma la historia tras un salto en el tiempo de varios años. La duración total supera los seiscientos capítulos canónicos, sin contar episodios de relleno, películas derivadas y otras expansiones del universo. Ese carácter prolongado permite un desarrollo cuya evolución no se resuelve en arcos argumentales cortos ni retorna a un punto de partida inalterable, una narrativa acumulativa caracterizada por la construcción progresiva de eventos y la transformación continua de los personajes. La acumulación de tramaspermite que el espectador se involucre en la historia sin esperar un desenlace inmediato.
Cada suceso deja marcas duraderas y configura la identidad de los personajes frente a quienes los rodean. El mundo de Naruto gira en torno a aldeas ninja que compiten y se alían según intereses estratégicos. El protagonista de la serie, Naruto Uzumaki, es un huérfano solitario a quien la aldea mira de reojo. Su motivación es ser Hokage —la máxima autoridad local— para obtener el reconocimiento que nunca ha tenido. Este trasfondo victimiza al personaje, motivando la empatía del espectador y creando una estructura de simpatía que se fortalece conforme se exponen sus luchas diarias y su insistente afán de ser querido por su gente.
La obra introduce pronto un contraste esencial: Sasuke Uchiha, un personaje que compartirá equipo con Naruto al comienzo de la serie. Caracterizado por su imagen introvertida, una tragedia familiar y habilidades ninja extraordinarias, parece, al principio, un simple aliado con un punto de arrogancia. A medida que la historia progresa, sus decisiones y su evolución cobran tanto peso que el relato también gira en torno a su conflicto interno, no solo a su rivalidad con el protagonista.

El acceso a estados subjetivos de Sasuke comprende emociones, pensamientos y la moralidad del personaje. El uso recurrente de flashbacks lo vinculan con la masacre del clan Uchiha, es decir, toda su familia. Un evento fundacional que da forma a su trayectoria. Desde la perspectiva de la narratología, el uso de analepsis no solo reconstruye el pasado, sino que también crea un proceso de reconocimiento que sirve para contar una historia narrativa crucial o enmarcar la acción de un episodio completo en tiempo pasado, donde el espectador es inducido a entender la subjetividad del personaje de forma gradual. Mediante varios episodios se muestra el recuerdo constante de hallar su hogar destruido por Itachi, su hermano, y su impotencia ante la revelación de que fue el único superviviente. Esa imagen traumática se reitera a menudo en momentos donde se enfrenta a un dilema o siente el peso de su venganza.
La muerte de toda su familia, perpetrada por su hermano mayor, siembra en él un anhelo de venganza que lo aleja de los valores comunitarios de la aldea. Desde el principio, la historia presenta su resentimiento y su búsqueda de poder, lo que anticipa la aparición de los atributos de un antihéroe en el que se combinan rasgos heroicos —habilidad y determinación— con una progresiva deriva moral.
La estructura de la simpatía entre el espectador y el antihéroe ha sido analizada en referencia a personajes moralmente ambiguos como Tony Soprano y Walter White. En Naruto, Sasuke encarna esta ambigüedad: su anhelo de venganza lo lleva a cometer actos que lo marcan como un villano o un antagonista, pero su dolor y su historia personal lo convierten en un personaje con el cual la audiencia puede conectar. La narración no solo expone sus acciones, sino que las contextualiza dentro de un marco emotivo que permite al espectador comprender su evolución sin necesariamente justificarla.
El primer gran punto de quiebre en su arco ocurre cuando decide abandonar la aldea y traicionar a su equipo, integrado por Naruto, Sakura y su maestro Kakashi. Este acto no solo simboliza su rechazo a los lazos afectivos que había construido, sino que también marca su entrega absoluta a la búsqueda del poder, creyendo que solo así podrá vengar a su clan. Sasuke se une a Orochimaru, el primer gran villano de la historia, con el único objetivo de volverse lo suficientemente fuerte como para derrotar a su hermano. Sin embargo, esta decisión no es sólo estratégica, también representa un conflicto interno: siente que permanecer en la aldea y mantener lazos afectivos lo debilitaría, pues teme perder de vista su objetivo principal.

Para Naruto, esta secuencia es devastadora. No sólo ve a su amigo alejarse, sino que siente que ha fallado en proteger el vínculo que había intentado construir con él. Este momento refuerza el contraste entre ambos personajes: mientras uno busca la validación a través de la conexión con los demás, el otro se convence de que el aislamiento y el poder son su única salida. Esta traición marca un punto de no retorno en su relación, estableciendo una tensión que se mantendrá a lo largo de toda la serie y que refuerza la complejidad emocional de la narrativa.
Lejos de ser un simple villano o antagonista que complementa al héroe, Sasuke alcanza un rol protagónico por méritos propios. El relato no se limita a oponerlo al ideal bondadoso de Naruto: le prepara objetivos, peligros y momentos de introspección que evidencian que tan hondo está su dolor. Su paso por facciones hostiles, el hallazgo de verdades ocultas y la reinterpretación de la masacre de su familia convierten su arco en uno de los elementos más decisivos de toda la serie.
En Naruto Shippuden se afirma la condición de Sasuke como pieza clave del argumento. Ya no sólo se trata de un ninja prometedor que eligió el camino equivocado, sino de un joven que esculpe su identidad a partir de la rabia.
Desde la perspectiva de la construcción del antihéroe, estos personajes suelen atravesar un arco de desarrollo que mezcla rasgos heroicos con una deriva moral. Sasuke Uchiha encaja en este modelo al ser presentado inicialmente como un compañero de equipo de Naruto, con habilidades excepcionales y un fuerte sentido de orgullo, pero progresivamente su historia se centra en su búsqueda de venganza y su distanciamiento de cualquier principio moral tradicional. Su viaje lo lleva a aliarse con distintos grupos de villanos que atentan contra la estabilidad de la aldea, reforzando su carácter como antihéroe.

Las misiones de Naruto y sus compañeros muestran al espectador un mundo más amplio, revelando la existencia de conflictos que trascienden las rivalidades personales y afectan la estabilidad global de las aldeas ninja. Con la aparición de la organización criminal Akatsuki, se establece una amenaza que involucra a múltiples facciones y redefine la escala del conflicto. Sin embargo, mientras el protagonista y sus aliados lidian con estas crecientes amenazas, Sasuke se aparta completamente de esta narrativa, desinteresado en las luchas por el equilibrio mundial y enfocado únicamente en su venganza personal.
Tras abandonar la aldea, sigue su propio camino sin inmutarse por las guerras que se avecinan. Su indiferencia hacia las amenazas globales se evidencia en su obsesión por derrotar a Itachi. Se aleja cada vez más de la noción de comunidad, convencido de que el poder es el único medio para alcanzar sus objetivos. Cada paso se enmarca dentro de una narrativa típica de la serialidad compleja: los personajes no están sujetos a roles fijos de héroe o villano, sino que transitan por dilemas morales y cambios de motivación constantes. Mientras Naruto se involucra en la defensa de su aldea y se prepara para enfrentar a Akatsuki, Sasuke se mueve en una dirección completamente opuesta, sin interés en el bien común. Su única meta es llegar hasta su hermano, y cualquier obstáculo en el camino es considerado irrelevante o eliminable.
La forma narrativa de la serialidad permite un tratamiento extenso de estos conflictos. La estructura de la simpatía para el espectador opera en Naruto a través de la fluctuación entre la empatía y el rechazo hacia Sasuke. Mientras la aldea lo considera un criminal y lo persigue, el protagonista mantiene la esperanza de reencauzarlo, lo que mantiene la tensión dramática. Este mecanismo narrativo se apoya en la esfera familiar y afectiva, un recurso que se ve claramente en la relación entre los dos personajes, donde la lealtad del primero evita que el espectador descarte completamente al segundo como villano definitivo. La exploración de esta relación se inscribe en una narrativa afectiva donde las emociones juegan un papel central en la recepción y fidelización del público.

El enfrentamiento entre Sasuke y su hermano marca un punto de inflexión en la narrativa y en la evolución del personaje. La batalla, extensa y llena de estrategias ilusorias y técnicas prohibidas, culmina con la muerte de Itachi, pero en lugar de brindarle la satisfacción de la venganza, lo sumerge en una crisis aún más profunda. El giro crucial ocurre cuando descubre que su hermano no era el monstruo que él creía, sino que, por orden de los líderes de la aldea, asumió la masacre del clan Uchiha para evitar una guerra interna. Este hallazgo no cierra su ciclo de odio, sino que lo redirige hacia una nueva causa: destruir el lugar que lo vio nacer, ya que la considera responsable de la tragedia de su familia. Lejos de encontrar redención, su venganza toma una nueva dirección, desligándolo aún más de cualquier noción heroica y sumergiéndolo en una lógica de destrucción sin retorno.
Sasuke se convierte en un individuo aislado, guiado solo por el resentimiento y la necesidad de venganza. Su desviación moral se consolida cuando, en lugar de replantear su camino, decide atacar la Cumbre de los Cinco Kages, un evento clave donde los líderes de las principales naciones ninja intentan establecer estrategias contra la amenaza global de Akatsuki. Su irrupción violenta en la reunión, desafiando a los gobernantes sin medir las repercusiones de sus actos, refuerza su distanciamiento de la narrativa central de la serie. La televisión compleja permite que los personajes transiten entre distintos registros morales sin necesidad de una resolución definitiva, Sasuke encarna esta ambigüedad al rechazar cualquier alineación tradicional con héroes o villanos. Su progresiva radicalización lo convierte en un fugitivo temible a ojos de su aldea, fortaleciendo su identidad como un antihéroe que ya no responde a la lógica heroica convencional, sino a una moralidad propia que lo empuja cada vez más hacia la oscuridad.
Estas secuencias subrayan cómo las decisiones de Sasuke van modulando la respuesta del espectador. Por un lado, Naruto y sus antiguos compañeros se ven conmocionados: muchos se sienten traicionados al saber que insiste en destruir la aldea por una causa que consideran injustificada. Por el otro, la audiencia —testigo de toda la trama del clan Uchiha y de los secretos políticos detrás— comprende que la furia proviene de un engaño masivo, aun si reprueba la violencia con la que se expresa. Estas idas y vueltas donde se combinan lealtad y rechazo, se alinea con la lógica de la serialidad compleja: la historia no culmina cuando vence a su hermano, sino que se expande a un nuevo conflicto moral, donde se pone en duda si Sasuke hallará la paz o se hundirá más en su pensamiento destructivo.

Mientras la aldea lo considera un criminal y lo persigue, Naruto mantiene la esperanza de reencauzarlo. Por eso mismo, cada aparición de Sasuke reenciende la tensión dramática. El espectador, a la vez, se ve implicado en esa incertidumbre, ya que ha tenido la posibilidad de convivir con el personaje durante decenas de episodios y comprende sus razones sin necesariamente estar de acuerdo con sus intenciones. La fuerza de este conflicto demuestra cómo un supuesto antagonista puede elevarse a figura protagónica, a base de contradicciones internas que cautivan a la audiencia, ansiosa por un posible giro hacia la redención.
La alineación con Sasuke no queda limitada a verle como un rival de Naruto o el villano de la historia. El apego hacia el personaje es claro cuando el relato concede tiempo a sus entrenamientos, sus conversaciones tensas con su maestro y sus duelos críticos. A la vez, el acceso subjetivo se robustece cada vez que la historia regresa al trauma fundacional de su familia, conectando de manera intensa las emociones del personaje con la respuesta del espectador. Bajo esta estrategia la serie mantiene vivas tanto la empatía como la duda hacia su figura. Profundizando la relación que se establece a pesar de encaminarse hacia la venganza y la ruptura moral, el personaje conserva el interés y la compasión de sus fanáticos.
Esa relevancia se ve reforzada por la ambigüedad moral que define a los antihéroes modernos. Aunque la tragedia de Sasuke invite a la comprensión, muchas de sus acciones traicionan las normas de la aldea y ponen en jaque la lealtad del espectador. Así, no se limita a un duelo heroe–villano, sino que la ficción entrega centenares de episodios en los cuales se profundiza en sus motivaciones, experiencias y contradicciones. Esto hace de este protagonista un punto de inflexión en la trama —cada movimiento repercute en el sistema de poder ninja— y, a la vez, un individuo con su propia historia y peso dramático. De ese modo, el anime no sólo exhibe la lucha de Naruto por el reconocimiento, también se apoya en la travesía personal de Sasuke para explorar, durante largas temporadas, hasta qué límites puede llegar la venganza y qué significa realmente “defender” un legado familiar.
La presencia del protagonista principal es crucial para sostener esa complejidad. Así como en otras historias el héroe y el antihéroe se enfrentan repetidas veces, la fidelidad del personaje principal a su vínculo con Sasuke refleja el recurso a la esfera familiar o afectiva que, cada vez que se pierde la esperanza en el antihéroe, la reactiva. Las escenas donde Naruto habla sobre “salvar a su amigo de la oscuridad” funcionan como un ancla que evita que el espectador lo dé por perdido, porque, si el protagonista de la serie conserva la fe, todos los espectadores confían en él. Este patrón se observa a lo largo de decenas de capítulos, con sucesivos reencuentros breves que finalizan en choques violentos o amenazas, sin cerrar por completo la puerta a la reconciliación.

Hacia el desenlace, cuando se desata la Gran Guerra Ninja y se descubren conspiraciones de alto nivel, Sasuke, en su afán por descifrar la verdad del clan Uchiha y el papel de la aldea, se ve involucrado en batallas que lo llevan a cooperar —aunque con reticencia— con los mismos ninjas a los que había enfrentado. El espectador experimenta entonces un gran dilema moral: si durante una larga porción de capítulos se consideró a Sasuke enemigo, estos momentos de alianza parcial devuelven parte de la admiración inicial por su talento y coraje, ahora orientados a un enemigo común (los grandes villanos que amenazan el mundo de la historia). La serie acentúa esa paradoja: su fuerza es indispensable para la victoria, y a la vez nadie olvida la sangre que derramó.
Finalmente, el combate definitivo entre los dos principales protagonistas, tras la derrota del enemigo global, cierra el círculo que había empezado con dos chicos anhelando más poder. La pelea no solo decide el destino del mundo ninja, sino que expone los recuerdos de su infancia, las escenas que los mostraban compartiendo una soledad semejante. El espectador se encuentra en una situación en la que, Sasuke, vencido y reflexivo, concluye con un reconocimiento de su culpa y una disculpa tardía. Para muchos, es un trayecto satisfactorio: no se desdice de la violencia que llevó a cabo ni se pasa por alto el resentimiento acumulado, pero se admite la posibilidad de reencaminar su vida. Tal arco, prolongado durante cientos de episodios, ejemplifica la forma en que la serialidad extendida explora de manera minuciosa la faceta de un personaje que empieza como secundario y desemboca como antihéroe central, con una profundidad narrativa tan poderosa como el propio Naruto.
La experiencia del espectador con Sasuke a lo largo de toda la serie resulta, por ende, un vaivén donde se combinan compasión y reprobación, conciencia de su tragedia y censura de sus actos. Este procedimiento coincide con la descripción que hace la teoría sobre la televisión compleja y la estructura de la simpatía: se juega con la información revelada en distintos momentos y con la interacción de personajes que lo apoyan o lo rechazan. A diferencia de las narraciones cortas, no hay un único gran clímax definitorio, hay muchos mini-clímax en los que el personaje aparentemente cae más hondo o da un paso hacia la redención, manteniendo la atención y la controversia viva.
El análisis de Sasuke en Naruto confirma la capacidad de la series animadas para construir antihéroes con la misma profundidad que las producciones occidentales, aprovechando la acumulación de eventos y la extensión narrativa para exponer su desarrollo moral y psicológico. La serialidad extendida permite que el espectador no solo asista a grandes batallas, sino que también se implique en las relaciones afectivas que las rodean, experimentando revelaciones tardías y flashbacks que reescriben la historia. A partir del análisis de Sasuke, se observa cómo la construcción de personajes complejos desafía la dicotomía tradicional entre héroe y villano. La transformación del personaje, marcada por decisiones moralmente ambiguas y cambios de lealtades, permite la redefinición de los roles, brindando espacio para antihéroes cuya motivación y trayectoria desafían la lógica del héroe convencional.
La inclusión de estos mecanismos narrativos demuestra cómo las series han evolucionado para generar experiencias de inmersión más ricas, donde el espectador no solo observa la historia, sino que participa activamente en su interpretación.