Otra vuelta
Por Ari Piccioni
Hay series que me gustan tanto pero tanto que necesito verlas más de una vez. Esa motivación, a veces sin explicación, me lleva a darle play de nuevo a episodios sueltos o a temporadas completas que me movilizan sensaciones de placer inimaginables.
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, reza una canción. Ya sean clásicos o series nuevas, volver a visitar escenas, personajes e historias conocidas dan una segunda vuelta a lo que experimenté la primera vez que las vi.
Algunos de mis personajes favoritos ocupan un espacio en momentos significativos de mi vida. La primera serie que me atrapó en mis años adolescentes fue CSI (la original, la de Las Vegas) y desde entonces la he visto no menos de 10 veces. Ni hablar de las noches de Fox con Glee, el enamoramiento de Sam y las lágrimas cuando murió Finn. Las canciones originales y los covers que se convirtieron en la primera playlist que cargué en mi iPod. Esos episodios a los que sigo volviendo cuando quiero ver algo reconfortante.
Años más tarde, con las plataformas de streaming ya instaladas, volver a ver series es una tarea mucho más fácil. De igual manera sigo siendo un poco old fashion y me gusta descargar algunas para verlas en cualquier momento y lugar. En estas visitas reiteradas, mis listas de favoritos llevan categorías de drama y comedia, con The Walking Dead y Game of Thrones a la cabeza (las volví a ver el verano pasado completas, por cuarta vez), seguidas de cerca por Dexter, This Is Us y Westworld (que ya van por la tercera vuelta). Y así la lista sigue y sigue: clásicas como Vikingos, Breaking Bad, True Detective o Vampire Diaries, más nuevas como Daredevil, Lucifer o The Handmaid’s Tale, me gusta volver a verlas más de una vez.
Una día, conversando en el Club, opinábamos sobre si hay tiempo suficiente para ver todo lo que quisiéramos o si teníamos que elegir para hacerle lugar a cosas nuevas. Spoiler alert: la respuesta a la que llegamos es que nunca alcanzamos a ponernos al día. Y así es como yo sigo yendo a visitar Fear The Walking Dead o Lost. Me vuelvo a reír con Modern Family y a enamorarme otra vez del galante estafador Neil Caffrey en White Collar.
En cada visita, en cada nueva vuelta que recorro toda una temporada en una tarde descubro cosas nuevas. La primera vez que vi Severance, por ejemplo, me dejé llevar por la historia, lo desconocido y lo impredecible del trabajo misterioso de los refinadores de datos cercenados. Para la segunda vez, ya sabiendo el cliffhanger del final de temporada y todos los saltos en la trama, pude concentrarme en la fotografía, en los colores, en los peinados y los atuendos.
Algo parecido me pasó en el primer revisionado de This Is Us. Todos los detalles en la vida de los Pearson, la música y los sonidos atados a la vida de cada hermano, de Jack y de Rebecca, los planos perfectos y los momentos sutiles, fueron una nueva experiencia para mi. El piano de Westworld sonando y cambiando de melodía, los silencios de The Knick, los diálogos en The Wire.
He mirado varias veces episodios aislados de muchas series. El primero de Fargo, el primero de The Good Doctor, el primero de Six Feet Under, el final de Los Soprano, el final de The Good Place, el final de Mad Men, el final de Better Call Saul. Los especiales de navidad del Doctor Who, los episodios de Halloween de Brooklyn nine-nine, el San Junipero de Black Mirror.
Hay días en los que me levanto con ganas de ver algo muy puntual. Quiero ver una nórdica, una de mis favoritas, Trapped o Beforeigners, y le doy play una vez más. Quiero ver zombies, y Rick Grimes en su caballo aparecen en mi pantalla. Quiero vampiros y los hermanos Salvatore hacen su aparición. Sigo llorando con la primera vez que June vuelve a ver a su hija Hannah o cuando Carl tiene que matar a su mamá. Me sigo riendo con Jake Peralta cantando a los Backstreet Boys o con Eleanor descubriendo el Bad Place. La sorpresa es un poco más difícil pero igual llega. Cuando pasa mucho tiempo entre una mirada y otra vuelvo a recordar los finales de temporada y lo bien que la pasé cuando Peggy salió triunfante cigarrillo en mano, o cuando Dolores por fin se reveló contra todos los humanos.
Y aunque parezca imposible a esta altura, sigo encontrándoles cosas nuevas. Canciones que no recordaba o que nunca había escuchado, nuevas playlists para cargar en mi iPod y nuevos personajes secundarios a los que querer u odiar. Seguiré mirando series nuevas, por supuesto, pero no sin antes darle play a mis favoritas una vez más.

Ari Piccioni
Licenciada en Comunicación Social. Docente en Comunicación Visual Gráfica I (UNR). Amante de las series nórdicas y con zombies.