¿Me escuchás?

Por Denise Carbajo

 

Lo primero que vemos es que se giran para mirar a cámara, es decir, a nosotros. Y nos hablan en ese espacio creado del que solo nosotros formamos parte. Nadie más es capaz de escuchar lo que nos dicen, ni de reconocer este diálogo interno y privado entre personaje y audiencia. Solo las protagonistas de Fleabag (2016) y High Fidelity (2020) son capaces de hablarnos directamente. 

 

La ruptura de la cuarta pared, esa división hipotética entre ficción y realidad delimitada por la pantalla, es uno de los recursos narrativos principales de estas dos series. Además de difuminar la línea del artificio de la ficción, abre un espacio donde las protagonistas se desarrollan de forma íntima. Cada una utiliza este espacio de manera diferente, ya sea como una explicación, una confesión, o un lugar de exploración personal. 

 

Conocida solo como Fleabag (Phoebe Waller-Bridge), nunca revelando su nombre, como si no importara o como si la confianza ya fuera tanta que es algo asumido, ella usa este espacio reservado para acotar comentarios, miradas cómplices, chistes sobre la situación en la que está envuelta. En el primer episodio, comienza preguntando si alguna vez nos pasó algo como la situación en la que se encuentra en ese momento, sirviendo además de explicación de lo que está sucediendo. La mayoría de las intervenciones son así: explicaciones de los personajes que vemos, o breves comentarios que nadie además de nosotros es capaz de ver. 

 

Seguimos a Fleabag mientras transita su vida diaria tratando de equilibrar la complicada relación con su familia, los vínculos que establece con desconocidos, y la carga que la muerte de su mejor amiga todavía representa para ella, todo acompañado de su propia interpretación y opiniones. O al menos, las que decide contarnos. 

 

Aunque nos hable tanto, controla todo lo que sabemos; interrumpe los momentos en que podemos ver los recuerdos que la acechan, decide qué información compartirnos. Somos a la vez confidentes, y espectadores. En los momentos más vulnerables no nos habla, se mantiene en interacción con los demás personajes sin siquiera mirarnos. Cuando otros personajes la enfrentan, revelando cosas que ella nunca nos confesó, nos mira con vergüenza, como si no nos debiéramos enterar. Seguimos siendo una audiencia, y ella hasta cierto punto es una actriz decidiendo de qué forma mostrarse. Nos habla como una forma de mantener control en la narrativa, contar su propia historia en sus propios términos. 

 

Al estar basada en un monólogo teatral también escrito y actuado por Phoebe Weller Bridge, la cercanía del personaje con la audiencia siempre fue una parte importante de la historia, algo que la serie replica con este diálogo secreto.

En el piloto de High Fidelity, lo primero que vemos de Rob (Zoe Kravitz) es que nos está por contar la historia de cuatro personas que le rompieron el corazón, mientras está envuelta en la situación que volverá a su entonces pareja en la más dolorosa quinta persona. Más que explicaciones, lo que nos transmite son sus reflexiones. Somos sus confidentes, un espacio en el que dejar sus pensamientos. Cuando Rob se entera que Mac, su ex-pareja, ya conoció a alguien nuevo, mantiene la calma frente a los amigos que se lo contaron, fingiendo que no le importa, y se desahoga con nosotros, gritando y especulando sobre los lugares donde la habría podido conocer, y el poco tiempo que le llevó a él superar la relación. En un episodio intenta hacer una playlist para un futuro viaje mientras nos describe en detalle lo importante del orden de las canciones que se eligen, porque será lo que marque el éxito.

Como Fleabag, Rob tampoco nos cuenta todo. Al final del episodio, confiesa a su mejor amigo, no a nosotros, que la playlist en realidad era para Mac. Sus intervenciones no son para dar aclaraciones ni situarnos en el contexto; son simplemente para hablar sobre lo que tiene en la mente. Tampoco controla lo que vemos, de a momentos la serie se focaliza en diferentes personajes, con escenas y diálogos que Rob no conoce, pero nosotros sí. Al contrario de Fleabag, mantenemos una cierta independencia de ella, siendo capaces de ver más allá de lo que nos permite. Al ser sus confidentes, también somos los espectadores de sus momentos más vulnerables y emocionales. Los oculta de todos, salvo de nosotros; para eso existe el espacio, para hablarle a alguien que nunca va a contestar. 

 

Por más que Fleabag y Rob usen la intimidad creada por la ruptura de la cuarta pared de diferentes formas, las dos hablan a cámara para permitirse un monólogo que ya no es solo interno, por más que no esté dirigido a ningún personaje. Somos sus confidentes, nos dicen todo lo que no se permiten decir a los demás. Nos hablan porque parece ser que no hay nadie más que las escucha.

Denise Carbajo

Estudiante de Comunicación Social – UNR

Fan de las animaciones