Martin y Rust: contrastes y claroscuros
Por Luciana Bedini
Ramas quemándose. Incendio a lo lejos. Croar de ranas. CORTE A. REC. Declaración del detective Martín Eric Hart ante la policía Estatal de Louisiana, primero de mayo de 2012.
P: ¿Por qué pensás que te emparejaste con él?
M: Lo que pienso. Bueno… no elegís a tus padres, y no elegís a tu compañero.
El episodio piloto de la primera temporada de True Detective (2014) The Long Bright Dark se ubica temporalmente en el año 2012. Dos policías entrevistan, cámara de por medio, a los ex-detectives Martin Hart (Woody Harrelson) y Rustin Cohle (Matthew McConaughey). Les interesa su intervención en el paradigmático caso de Dora Lange, en el que trabajaron desde 1995 hasta 2002.
Esta primera pregunta nos brinda, como espectadores, una pista sutil pero firme: Martin, como personaje, es interesante en tanto tiene información sobre su ex-compañero. Rust se pelearía con el cielo si no le gustaba su tono azul, dice.
Cohle es entrevistado el 26 de abril de 2012. Lo primero que le preguntan es sobre el caso, su respuesta es prender un cigarrillo, a pesar de la negativa de sus entrevistadores. De este intercambio, temprano para el tiempo del discurso, se infiere que Rust no está particularmente preocupado por respetar normas institucionales. Y que, desde el punto de vista de los policías, lo que interesa es lo que tiene para decir sobre el caso, no sobre su compañero.
El reconocimiento de Martin y Rust con sus respectivas personalidades resulta excepcionalmente claro. Rust es el típico detective apasionado, que se dedica de lleno a resolver los casos, sin importar que eso interfiera en su vida, como Sarah Linden (Mireille Enos) y Stephen Holder (Joel Kinnaman) en The Killing, o Harry Ambrose (Bill Pullman) en The Sinner, Holden Ford (Jonathan Groff) en Mindhunter, Mare Sheehan (Kate Winslet) en Mare of Easttown. En estos personajes, la pasión que depositan en su trabajo tiene que ver con asuntos o traumas no resueltos de su vida privada, a lo cual el trabajo funciona a modo de sublimación.

Mientras que Rust es terriblemente sincero con lo que piensa y con lo que siente, Martin es un personaje más pragmático, pero también conflictuado y que cede ante sus impulsos, ilustrado esto por la escena en la que irrumpe en la casa de su amante a sabiendas de que está con otro hombre.
La serie genera un intenso apego hacia ambos personajes. Por un lado, accedemos a conocer lo que piensan cuando lo dicen explícitamente en las entrevistas, pero en los acontecimientos del período 1995-2002 los vemos en acción, completando o transformando el significado de sus declaraciones. En el cuarto capítulo allanan una casa en la que creen se encuentra el asesino. En medio de la ira tras encontrar a dos niños secuestrados, Martin mata a uno de los sospechosos, y luego matan al otro. En el relato de ambos, tanto en el juicio posterior como en las entrevistas actuales, atribuyen esas muertes a otras causas, sosteniendo una mentira que sólo es descubierta por el espectador gracias a la contraposición entre el relato intencional de los protagonistas y la narrativa omnisciente de aquel tiempo.
Como espectadores, seguimos a Rust en una búsqueda ambiciosa que lo va absorbiendo, conocemos su casa, poco iluminada y amoblada, con paredes empapeladas de imágenes que declaran que su interés por su trabajo no tiene límites. Su alimentación consiste en café, alcohol y cigarrillos.

Aunque Martin cumple su rol de padre, marido y amante, esforzándose por mantener su vida privada en equilibrio con su vida laboral, tiene vicios parecidos a los de su compañero.
El vínculo entre ellos se va fortaleciendo a medida que conducen el auto entre pueblos y ciudades buscando pistas para resolver el caso. El acceso a los estados subjetivos de emociones, procesos de pensamiento y moralidad se detalla en la construcción de ambos personajes. Durante sus primeras conversaciones Martin se sorprende de lo rebuscados y oscuros que son los pensamientos de Rust, pero también él habla de sus conflictos amorosos, preguntándole si es posible estar enamorado de dos mujeres al mismo tiempo, abriendo la puerta a una contradicción personal que no se había explicitado hasta entonces. Martin se hace preguntas mundanas, y Rust se hace preguntas filosóficas, metafísicas. Contrastes que resaltan lo que hace peculiar a cada uno.
Dar cuerpo a la interioridad de un personaje es un atractivo central de la mayoría de la ficción, dice Jason Mittel en su libro Complex TV. Las narrativas ofrecen un laboratorio para usar señales sociales para explorar la mente de los demás con mayor acceso que en la realidad. En el tercer episodio, mientras Martin habla de los problemas que tenía con su esposa en aquellas épocas, se toca el dedo anular y no tiene el anillo, ofreciendo un indicio sobre el desenlace del conflicto.
El cambio de interioridad de los personajes, ubicándonos ahora en 2012, tiene que ver, en el caso de Rust, con la exacerbación de conductas que ya estaban presentes en los años pasados. Ahora que su trabajo no le exige buena presencia, tiene el pelo largo, expresión cansada, va vestido informalmente, toma incluso más alcohol que antes, y hacia los últimos capítulos se revela que nunca dejó de investigar el caso. En cuanto a su evolución, Rust no cambió demasiado. Desde el comienzo es un personaje consciente de sus contradicciones, sus defectos y sus traumas, un hombre que no lucha contra una naturaleza tendiente a la obsesión y a la autodestrucción.
Martin está dividido entre lo que quiere ser y lo que termina siendo. Aspira a ser un padre y esposo modelo, pero toma decisiones que perjudican cada vez más la relación con su esposa y con sus hijas.
Los personajes rara vez cambian significativamente, pero nuestra comprensión de ellos a menudo lo hace, dice Mittel. Si bien al comienzo de la serie Rust puede resultar arrogante, a lo largo de los capítulos es posible entenderlo y sentir lealtad hacia él.


Luciana Bedini
Estudiante de Comunicación Social – UNR
Le gusta el cine, la literatura y la filosofía.