Los que quedaron

Por Ari Piccioni

 

Ficha técnica: The Leftovers. Origen: Estados Unidos. Creador: Damon Lindelof y Tom Perrotta. Actores: Justin Theroux, Amy Brenneman, Carrie Coon, Christopher Eccleston, Liv Tyler, Ann Dowd, Amanda Warren, Michael Gaston, Margaret Qualley, Charlie Carver, Max Carver, Chris Zylka, Emily Meade.

Una madre habla por teléfono mientras maneja. En el asiento de atrás, un bebé llora desconsolado a los gritos. Autos, bocinas, gente que habla y que pasa caminando. La madre se estaciona y el llanto deja de escucharse. El bebé no está.

 

The Leftovers desarrolla su propuesta narrativa a partir de un acontecimiento disruptivo: la desaparición repentina del 2% de la población mundial. Este hecho, que nunca es explicado dentro de la narración, organiza la estructura dramática y los desplazamientos emocionales de los personajes. La serie, dividida en tres temporadas, construye su universo a través de la fragmentación, la opacidad y el desvío del sentido, trabajando con insistencia sobre los efectos del duelo y la imposibilidad de cerrar una pérdida.

 

El relato no se articula en función de una progresión hacia una resolución, sino que insiste en los pliegues de la ausencia. Las estrategias formales refuerzan este planteo: el uso de elipsis, los episodios centrados en un solo personaje, las temporalidades no lineales y la constante irrupción de lo fantástico sin codificación explícita. La disolución de los vínculos causales y la multiplicidad de interpretaciones posibles se integran a la lógica interna de la serie, sosteniendo la inestabilidad como eje organizador.

El tratamiento del tiempo en The Leftovers escapa a la linealidad. El montaje yuxtapone situaciones con escasa conexión aparente y muchas de las escenas adquieren sentido solo retrospectivamente. Este efecto opera como una reiteración del desacomodo subjetivo que atraviesan los personajes. La recurrencia de episodios que retoman momentos narrativos desde otras perspectivas compone un mosaico discontinuo que evita cualquier clausura. La serie no privilegia la exposición de hechos sino la configuración de climas, estados afectivos y dilemas existenciales.

 

El componente religioso aparece en múltiples niveles, desde la proliferación de cultos hasta las referencias simbólicas a lo bíblico pero no se organiza como una alegoría unívoca. Se expande como un tejido de creencias y ficciones que los personajes utilizan para otorgar sentido a lo que no lo tiene. Los movimientos colectivos que surgen tras la “partida repentina” son figuras del intento por domesticar el caos pero también del fracaso de esos intentos. La serie dispone esas formas de religiosidad no como respuestas sino como síntomas del trauma.

 

En la segunda temporada, el cambio de escenario a la ciudad ficticia de Jarden (“El Milagro”) introduce un nuevo régimen de sentido: un territorio que se autopercibe como salvado, a pesar de las grietas que lo atraviesan. La serie intensifica allí su exploración de la Fe y la racionalidad al hacer convivir las pretensiones científicas de algunos personajes con las creencias populares en lo milagroso. Esta tensión no se resuelve en favor de una postura, se despliega como una oscilación permanente entre la razón y la devoción, entre la sospecha y el anhelo.

The Leftovers propone en el último tramo un desplazamiento aún más radical. La narrativa se vuelve abstracta, los episodios se articulan como relatos autónomos y se enfatiza la disolución del estatuto realista. La aparición de universos paralelos, viajes imposibles y situaciones oníricas configura una zona de indeterminación donde ya no es posible distinguir lo verdadero de lo fabuloso. Lejos de organizar una revelación, The Leftovers se sostiene en la proliferación de incertidumbres.

 

A lo largo de sus tres temporadas, la serie elabora una poética del vacío. La desaparición original no opera como un enigma a resolver, es un núcleo de desplazamiento continuo. todo se organiza en torno a ese vacío, insistiendo y proponiendo una experiencia de visionado en la que el sentido se retira, se disgrega y se reconstruye fragmentariamente. No hay final, no hay resolución. Solo queda una serie de variaciones sobre la imposibilidad de narrar lo que no se comprende.

Ari Piccioni

Licenciada en Comunicación Social. Docente en Comunicación Visual Gráfica I (UNR).  Amante de las series nórdicas y con zombies.