Llevarlo al siguiente nivel
Por Denise Carbajo
El comienzo de toda narrativa es el momento que determina lo que vendrá después. En las series, el episodio piloto presenta una guía a todo lo que será la serie más adelante. Enseña cómo se tiene que mirar la serie, y qué es lo que hay que esperar.The Bear propone en cada una de sus temporadas un nuevo comienzo, la entrada a una temporada nos anuncia que será diferente de la anterior, con un tono y una identidad propios que se extenderá por todos los capítulos.
El episodio piloto de The Bear expone lo que debe esperarse de la serie como narrativa completa, presentando los personajes y el entorno en el que transcurrirá. Desde sus primeros minutos, marca el ritmo audiovisual que se extenderá a lo largo de la primera temporada. Después de una secuencia onírica, nos sumergimos en la acción de la cocina de un restaurante del que todavía no conocemos nada. Las hornallas se encienden, los platos comienzan a servirse, y los problemas empiezan a solucionarse, o no.
En medio de ese caos tenemos que rescatar las piezas que nos empiezan a mostrar las claves para saber quiénes son estos personajes que estamos siguiendo. No hay explicaciones, no hay respiros. Todo lo que se necesite conocer estará ahí, irá apareciendo. Sólo hay que encontrarlo. Carmen, un chef profesional, comienza a trabajar en el restaurante en decadencia de su hermano recientemente fallecido, intentando adaptarse a un contexto de trabajo ya constituido y del que no forma parte. Al igual que los espectadores, es un extranjero en el territorio de una cocina inhóspita tratando de sostener una rutina establecida a la que no está acostumbrado. Carmy intenta entender cómo funciona el espacio en el que ahora está envuelto.

Las imágenes urbanas cortan el flujo de las escenas. Postales turísticas, tranvías, carteles de calles nos ubican en Chicago. Los diálogos transcurren mientras los planos nos cuentan otra parte de la historia. Las fotos nos acercan a la idea de un restaurante familiar, acogedor, y contrastan con el caos de la cocina y los gritos entre los cocineros. El audio se desfasa de la imagen. No siempre lo que se ve es lo que se escucha. La cámara se queda quieta por segundos, planos de los que apenas se llegan a percibir los elementos que lo conforman antes de pasar al siguiente. Los momentos de calma, donde la cámara queda quieta por unos instantes, son llenados por voces. La serie nos exige una atención dividida, tomando todo a la vez.
El ritmo vertiginoso es el estilo de toda la primera temporada. La mayoría de la acción transcurre dentro de la cocina en ese paso acelerado constante. A los personajes los conocemos así, en la cocina, con pocos momentos afuera, y mediante diálogos cruzados que van construyendo sus perfiles.

En todos los episodios de la primera temporada de The Bear se refuerza el concepto audiovisual que tenemos que esperar de la serie, pero en la segunda temporada el ritmo cambia. Es un nuevo comienzo, otro episodio piloto, que establece las normas estilísticas de la continuidad de la serie. El arco narrativo empieza focalizándose en un personaje que ya conocemos, Marcus, visitando a su madre en el hospital. La escena es silenciosa, oscura. La cámara se queda quieta o se mueve con lentitud. Un corte nos traslada dentro de la cocina, al caos conocido, todos hablando por en un diálogo confuso que ya no refiere a la cantidad de pedidos sino a los planes para mejorar el restaurante. Buscan convertirlo en uno capaz de ganarse una estrella Michelin.
Esos primeros minutos revelan lo que será la temporada: el restaurante sigue ocupando un lugar central, pero no es lo único. Los personajes están en otras situaciones, viviendo sus vidas por fuera. Cada capítulo se focaliza en uno diferente. Sydney investigan lugares de Chicago para crear nuevos platos, Richie realiza prácticas en un restaurante de lujo. Carmy se permite salir de su idea perfeccionista, haciendo planes más allá de la gestión del restaurante.
La temporada concluye con la inauguración del restaurante mejorado. Carmen, por accidente, queda encerrado en la cámara frigorífica, escuchando cómo todo a su alrededor sigue transcurriendo. Esta separación de él del resto de su equipo, mientras ellos continúan avanzando, será clave en la siguiente temporada. Mientras está dentro, en un desahogo, termina por dañar a Claire, cortando el único vínculo que construyó fuera del restaurante.

La tercera temporada comienza con Carmy en la mañana siguiente a la inauguración. Lo vemos en el restaurante, un lugar que casi no abandonará. Mientras limpia obsesivamente lo que quedó de la noche anterior, y prepara platos nuevos, empiezan a surgirle los recuerdos de cuando estaba entrenando para ser chef, los restaurantes por los que pasó. Escenas de los lugares donde se lo trató con paciencia, donde se le exigió mas profesionalidad, donde se le gritó y humilló, intercaladas con breves momentos en relación a su familia, cuando abandonó su ciudad para ir a Nueva York, una de las últimas conversaciones que mantuvo con su hermano. Las imágenes aparecen con el desorden propio de los recuerdos. El capítulo transcurre en esta introspección de Carmen, entrando y saliendo de su memoria continuamente. Es la mañana siguiente a la inauguración y todas las mañanas que llevaron a ese momento. Los únicos pasajes en que otros personajes aparecen son breves, mostrándolos fuera del restaurante, y alejados de Carmen: Richie escucha su mensaje de disculpas en el auto, y no contesta; Sydney habla solo con Marcus; Clare va al trabajo, y no se comunica con él.
Todas esas experiencias en restaurantes llevan a Carmen a exigir un cambio en la cocina: si quieren conseguir una estrella Michelin, como se prometió antes de la inauguración, van a tener que imitar a los demás restaurantes.
La focalización introducida en la segunda temporada se mantiene en todos los personajes, salvo en Carmen. Ya no tiene una vida fuera del restaurante. Él está encerrado allí, mientras todo sigue transcurriendo a su alrededor, algo que ya se anticipó metafóricamente cuando quedó aislado en el frigorífico. Las escenas de introspección son cada vez más frecuentes en la temporada a medida que los personajes se vuelven más cerrados en sí mismo. Con las nuevas exigencias, la cocina ya no es un lugar de intercambio, no queda espacio para nada más.
Mientras Carmy más se aísla, los demás empiezan a renegar de él, buscando otras posibilidades de desarrollo personal fuera del restaurante. La vida de todos sigue, por más que la de Carmen parece haberse detenido ahí. Las escenas en las que interactúa con todos los demás personajes comienzan a ser cada vez más tensas, profundizando la división que se marcó tajantemente desde el primer episodio de la temporada.
El final de estos diez capítulos deja a todos los personajes con dudas: el restaurante ya no es el lugar al que se habían acostumbrado, y tampoco es el único lugar en el que pueden estar. Sin ninguna certeza, con un desenlace más abierto que los anteriores, queda preguntarse qué nuevo comienzo traerá la temporada cuatro, y qué hay que esperar ahora de la serie.