La representación de las mujeres
en las series de ficción

 

Por María Paula Díaz

En las últimas décadas, los avances en derechos humanos y las luchas sociales por la igualdad de género originaron un profundo cambio en la representación de las mujeres y el rol que ocupan en la sociedad. Este progreso que se dio en materia de derechos laborales, civiles, políticos y reproductivos de las mujeres se puede ver también reflejado en la ficción televisiva. Menéndez y Hernández en su libro Mujeres y hombres en la ficción televisiva norteamericana hoy dicen que la ficción se percibe como un espejo de la sociedad, pero también resulta ser uno de los pilares básicos de la construcción del imaginario social. La ficción no sólo reproduce estereotipos de género ya impuestos por la misma sociedad, también posee la capacidad de romperlos y crear un sistema propio actuando sobre ese imaginario.  Las series de ficción comenzaron a ofrecer una representación más rica y diversa de las mujeres, permitiéndoles dejar de ser personajes vacíos en roles secundarios, para construir protagonistas complejas, empoderadas y multifacéticas. 

El empoderamiento de las mujeres y la revisión de paradigmas sociales patriarcales marcó un hito en el lugar de la mujer en la sociedad, y como consiguiente, la forma en la que comenzaron a ser figuradas en las series. En un capítulo del libro Ficciones cercanas, Giuliana Cassano define este empoderamiento como «un término que busca generar cambios en los imaginarios sociales acerca de la relación de las mujeres con el poder”. “Hablar de empoderamiento de las mujeres -dice- supone pensar e imaginar sujetos sociales femeninos activos en situaciones concretas, es decir, con agencia». La mujer empoderada en la ficción implica ser representada ya no en roles de género patriarcales y encasilladas bajo la mirada masculina. 

Con estos cambios se comenzaron a reflejar la diversidad y complejidad de las experiencias femeninas, ofreciendo personajes que desafían los roles tradicionales y permiten a las audiencias reconocer la pluralidad de identidades y realidades que componen.

 

Los mandatos y el rol de la mujer a mediados del siglo XX

En los inicios de las series ficcionales, las mujeres fueron representadas principalmente como figuras vinculadas al hogar y a la familia, sujetas a roles de sumisión y subordinación. Se presentaban personajes masculinos protagonistas, la gran mayoría con profesiones y vínculos por fuera del hogar, mientras que la mujer en la pantalla se encontraba relegada a los cuidados domésticos. Sus personajes rara vez mostraban deseos o ambiciones de vida fuera de esa esfera doméstica. Algunas series producidas entre los años ‘50 y ‘70, si bien tenían esas características,  traían consigo una premisa diferente: mujeres protagonistas y con tramas más allá de lo que socialmente se esperaba de ellas. 

La mayoría reproducen los estereotipos de género definiendo a las mujeres como emocionales, haciendo hincapié en la emotividad y vulnerabilidad como las características más sobresalientes del personaje. Esto permite la identificación de una audiencia de mujeres socializadas en el paradigma patriarcal pero consolida el sexismo. 

En I Love Lucy (1951), una comedia familiar que tenía a una mujer como protagonista, Lucy, aún representando el estereotipo de ama de casa y madre devota por el hogar, tenía la ilusión de estar en el mundo del espectáculo y de conseguirlo a través de formas disruptivas y poco normativas. En sus intentos por llegar a la fama y tener éxito, es siempre ella quien se mueve a la acción. Lucy no es solo un complemento al personaje de Ricky, ella tiene su propia vida, es un personaje femenino con agencia. 

Lucy Ricardo y Richard Ricardo, personajes de I Love Lucy

Bewitched (1964) es otra serie de la época con una mujer protagonista, en este caso una bruja. Acá también la presentan como una mujer estereotípica pero con una particularidad: tenía poderes. En cada capítulo de sus 4 temporadas se puede ver su lucha en vano por convertirse en una ama de casa tradicional para complacer a su marido. El hecho que ella fracase capítulo a capítulo en ser lo que socialmente esperan de ella es lo que la convierte en disruptiva. Aquí, ya no se pretendía mostrar una mujer perfecta, sino presentar un modelo atípico y fuera de lo convencional en una familia estadounidense.

Samantha quiere ser la mujer ideal para su esposo pero fracasa en su labor. Ante este problema, recurre a la magia, a pesar de no poder utilizarla dentro de su casa. Los conflictos de intereses pueden ser vistos como el reflejo de la sociedad de los años ´60 y la lucha interna que tenían muchas mujeres por encontrar su lugar en una sociedad que esperaba que se dedicaran exclusivamente a la familia y el hogar. Samantha no queda relegada a su rol de ama de casa, su magia se convierte en un símbolo de poder personal y de autodefinición que se contrapone a la figura de su esposo Darrin frente al cambio de los roles de género tradicionales.

Estas dos comedias tienen en común personajes femeninos que atraviesan dificultades para cumplir con las expectativas de su rol como esposas y madres, con personalidades que terminan poniéndolas en situaciones de conflicto o arrastrándolas a los problemas. Con el humor, se intenta desdramatizar la vida del ama de casa y transgredir las normas sociales impuestas de cómo debe ser una mujer tradicional. 

 

Un cambio radical en la representación de la mujer

Hacia fines del siglo XX las luchas por los derechos civiles de las mujeres y disidencias estaban en pleno auge. La industria televisiva comenzó a apostar por ficciones que reflejan las transformaciones sociales que venían ocurriendo los últimos años. Se comenzaron a producir series con personajes femeninos más complejos, activos y poderosos. Para esta época, la mujer en roles domésticos va quedando atrás, la series ya no buscaban mostrar personajes sumisos o dependientes de los hombres, sino mujeres con mayor autonomía y protagonismo que se cuestionan las normas sociales y las estructuras de poder tradicionales. La liberación sexual y la visibilidad de las identidades de género fueron temáticas que comenzaron a cobrar más preponderancia en la pantalla. 

Sex and the City (1998-2004) fue una serie transgresora en materia de representación de las feminidades. Sus 4 protagonistas son mujeres con independencia económica y solteras, características que abrían un nuevo panorama en la ficción. En su momento de emisión logró romper con las convenciones tradicionales en la representación de las mujeres en la pantalla. Mientras muchas producciones anteriores solían retratarlas en roles dóciles y subordinadas a la mirada masculina, Sex and the City abordó temas y situaciones que, hasta ese entonces, eran considerados tabú. Esta serie fue una de las primeras en centrar su trama exclusivamente en las experiencias femeninas y representar problemas relacionales, sexuales y personales de manera directa y sin romantizar. 

Carrie, Miranda, Samantha y Charlotte, protagonistas de Sex and the City

Una problemática recurrente aparece a lo largo de la serie: el deseo de cumplir o no con los mandatos tradicionales. Charlotte y Samantha plantean dos posturas contrarias sobre el casamiento, una discusión que pone el eje la autonomía y emancipación de la mujer. El matrimonio ya no aparece como una obligación, sino como una elección. 

Charlotte anhela casarse y formar una familia. De las cuatro amigas es la que más se acerca al arquetipo de mujer tradicional, pero sus deseos no la limitan solamente a ser eso. Aún queriendo encontrar a un hombre para casarse, ella ejerce una profesión, es independiente económicamente y tiene ambiciones en su vida. Lejos de ser presentada como sumisa y dominada, Charlotte encuentra su propia fuerza en su deseo por conseguir todo lo que se plantea.

Samantha es el personaje más disruptivo y polémico de las cuatro. Desde el primer momento se la conoce como una mujer fuerte y con un  deseo de libertad para poder disfrutar su sexualidad sin ser juzgada. Ella manifiesta a lo largo de la serie que no quiere casarse, ni tener hijos, ni depender de un hombre, su goce está en poder ser libre para elegir qué hacer y con quién estar.  

La serie logró representar en la pantalla a mujeres que hablaban abiertamente de sus deseos, de sus frustraciones y de sus experiencias sexuales sin caer en los estereotipos opuestos de promiscua o recatada. Hablar de sexualidad desde una perspectiva femenina era algo que no se solía ver seguido en las ficciones televisivas hasta Sex and the City

Otras de las tramas fundamentales en esta serie tiene que ver con el abordaje de la amistad. Durante años, las mujeres fueron representadas en una postura de competencia entre sí por la atención masculina. La rivalidad femenina era tema central en algunas ficciones, mostrando a las mujeres como figuras que solo pueden encontrar su valor a través de la aprobación o el interés de los hombres. Este tipo de representación refuerza la idea de que las mujeres solo pueden alcanzar su máximo potencial si logran ser elegidas o preferidas por los hombres, dejando en segundo plano sus propios deseos y aspiraciones. Sex and the City viene a demostrar lo contrario con lo que resulta ser la trama principal de la serie: la amistad entre mujeres. 

Empoderamiento femenino y el igualitarismo extremo

Ya en la actualidad, las cadenas y productoras comenzaron a producir series con personajes femeninos profundos, con desarrollo e identidad multidimensional. Las protagonistas ahora son complejas, autónomas y diversas, lo que podría considerarse como un reflejo de la realidad sobre las mujeres en la sociedad contemporánea. Estos personajes no solo desafían las expectativas que históricamente se han impuesto sobre las mujeres, sino que también abren nuevos caminos para explorar las experiencias femeninas en toda su complejidad. Ahora bien, las representaciones de las mujeres en las series contemporáneas no son siempre atinadas, en muchas ocasiones al momento de retratar a una mujer poderosa e independiente, se suelen utilizar características asociadas principalmente al accionar masculino. La masculinización de la mujer para representar un rol femenino poderoso está más presente de lo que parece. La serie Game of Thrones (2011-2019) utiliza el igualitarismo extremo en sus personajes masculinos y femeninos. Las mujeres fuertes de la serie no hacen más que replicar  conductas de violencia, características vinculadas mayoritariamente al accionar masculino. Aria Stark es un personaje femenino que desde el primer momento aparece masculinizado. Utiliza ropa varonil, aprende a usar la espada para pelear y recurre a la violencia para conseguir lo que se propone. La serie da a entender que para que una mujer sea fuerte debe comportarse como hombre. Feliciana Merino en el libro Control social e imaginario realiza una descripción de personajes femeninos en Game of Thrones, explicando que en la serie el empoderamiento de la mujer consiste en decir que posee las cualidades que son propias de los varones: el valor para la lucha, la fuerza para desplegar ejércitos. 

Aria Stark con su espada “needle”

Diversas y complejas 

En los últimos años, las series de ficción apostaron por ampliar aún más el rango de representación de las mujeres en la pantalla. Se comenzaron a ver ficciones que incluían temáticas de identidad de género, relaciones no heteronormativas y un espectro de personajes diversos. Ahora el foco de discusión no se centra en representar mujeres fuertes y empoderadas únicamente, sino hacerlo de la manera más variada posible. Las ficciones contemporáneas apuestan por visibilizar temáticas como enfermedades mentales, sexualidad, aborto, agresiones sexuales y la vejez, utilizando un rango más extendido de modelos femeninos.

Sex Education (2019) logra tratar algunas de estas temáticas en su historia. La serie sigue la vida de Otis, un adolescente de 16 años que da consejos de educación sexual en su colegio. La ficción presenta una gama de experiencias sexuales, no sólo centradas en relaciones heterosexuales tradicionales. Aparecen personajes femeninos bisexuales, asexuales y con otras identidades dentro del espectro LGBTQ+, lo que ofrece una representación rica y diversa. 

Los personajes femeninos resultan de gran importancia para la trama y el mensaje de la serie. Se pueden apreciar mujeres multifacéticas que van creciendo conforme evoluciona la trama y que traen vivencias propias de la experiencia femenina. En el tercer episodio de la primera temporada el personaje de Maeve se somete a un aborto, un tema que no es común ver en series para adolescentes. 

El abuso fue otra de las temáticas desarrolladas en la serie, particularmente la escena en la que Aimee es acosada en el transporte público. Frente a esta situación se puede seguir tanto el proceso de duelo y trauma que vive el personaje, como la forma que tiene de superarlo con el apoyo de sus amigas a través de la construcción de una red de apoyo. Aún sin ser amigas, la sororidad y el compañerismo está presente en la escena donde acompañan a Aimee en el último asiento del colectivo . 

La representación social de las mujeres en las series de ficción ha experimentado una notable evolución a lo largo de los años. Desde los primeros retratos unidimensionales y estereotipados, hasta los complejos y diversos personajes actuales, se han visto avances significativos en términos de visibilidad y profundidad de personajes. No obstante, aún persisten desafíos y limitaciones, como la falta de igualdad en los roles protagónicos, la perpetuación de ciertos estereotipos y la escasa representación de mujeres de diferentes orígenes, clase social y etnia. A pesar de los progresos, es evidente que aún queda mucho por hacer para reflejar la pluralidad de las experiencias femeninas de manera auténtica, equitativa y sin restricciones, reconociendo la importancia de una representación que no solo rompa moldes sino que también impulse un cambio social significativo.

Escuchá nuestro episodio sobre la feminidad en spotify

María paula díaz

Estudiante de Comunicación Social – UNR Apasionada por las artes y la expresión creativa.