El cuento de la criada: una distopía inspirada en la historia

Por Salomé Davida

 

El cuento de la criada transcurre en un mundo distópico situado en lo que solía ser Estados Unidos. Como consecuencia de la contaminación ambiental la mayoría de las personas quedaron infértiles, hace años que no nacen niños sanos y esto ha producido una ruptura en los lazos sociales.
En este contexto de desolación, un grupo conservador y ultra religioso, que fue creciendo gradualmente y cuyo objetivo máximo es repoblar al mundo de niños, toma el poder y se produce el traspaso de una democracia hacia un régimen totalitario. Los discursos de odio empezaron a circular de a poco, los derechos de las mujeres y de los miembros de la comunidad LGBT se fueron restringiendo de manera gradual, primero con represión en las marchas, luego las mujeres ya no podían manejar su propio dinero, hasta que llegó el totalitarismo con toda su violencia.

La primera acción dictatorial es la de secuestrar a las pocas mujeres que son fértiles y pudieron tener descendencia en los últimos años, con la justificación de que son “pecadoras” y no merecen estar a cargo de sus hijos, los pecados pueden ir desde tener una relación con un hombre casado, hasta realizarse un aborto o ser homosexual. Luego, tanto los niños como las madres son repartidos en distintas familias aristocráticas (cada uno por su lado), los chicos son “adoptados” por estos padres que no pueden concebir, y las mujeres pasan a ser criadas: se transforman en una herramienta para la concepción, un cuerpo que es utilizado para un fin.
Una vez asignada a una familia, cada criada lleva a cabo un “ritual”, una violación cometida por el matrimonio, el comandante realiza el acto sexual, la esposa sostiene a la mujer para que no se mueva. Si el ritual tiene éxito, luego de 9 meses ese bebé será propiedad de la familia y la criada pasará a una nueva estación donde podrá ser útil para otra pareja.
Niños robados de los brazos de sus madres pecadoras para ser repartidos entre buenas familias conservadoras ¿suena familiar?
El cuento de la criada está basada en la novela de la escritora canadiense Margaret Atwood, quien en el prólogo cuenta que se basó en diversos sucesos históricos para crear su obra. Las distopías que había leído para inspirarse carecían de verosimilitud: “El cuento de la criada se nutrió de muchas facetas distintas: ejecuciones grupales, leyes suntuarias, quema de libros, el programa de Lebensborn de las SS, el robo de niños en Argentina por parte de los generales, la historia de la esclavitud, la historia de la poligamia en Estados Unidos… la lista es larga”.
En la última dictadura cívico-militar argentina sucedieron muchas cosas del orden del horror: desapariciones, torturas, represión, censura. Lo que decidió tomar Atwood de ese período fue el robo de bebés, y con ello el secuestro y la destrucción total de la identidad.

¿Qué es lo que debe tener una ficción distópica para que interpele al espectador?
Realidad, pura y dura.
Al ver una serie, una película o cualquier producto ficcionalizado el público busca sentir algo, comfort, tristeza, susto, deseo o angustia. Las ficciones distópicas se caracterizan por interpelar al televidente utilizando el recurso del terror. La novelista lo expresó en el prólogo: “si iba a crear un jardín imaginario, quería que los sapos que vivieran en él fuesen reales. Una de mis normas consistía en no incluir en el libro ningún suceso que no hubiera ocurrido en la historia. Nada de leyes imaginarias, ni atrocidades imaginarias”.
Para que lo que se ve en la pantalla tenga algún impacto, la distopía debe contener trazos de la realidad. La historia de Gilead es ficticia, pero la violencia represiva fue real en algún momento de la historia. Los personajes de la serie son ficticios, pero hubo personas en circunstancias determinadas, que sufrieron los mismos abusos, y los traumas quedan en el inconsciente individual y colectivo, tanto en la realidad como en la ficción.

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Salomé Davida

Estudiante de Comunicación Social – UNR

Le gusta ir al cine y leer literatura