El crimen ficcionalizado de Candy
Por Denise Carbajo
Ficha técnica: Candy. 2022. Creadores: Nick Antosca y Robin Veith. Origen: Estados Unidos.
Actores: Jessica Biel, Melanie Lynskey, Pablo Schreiber, Timothy Simons, Raúl Esparza.
El primer episodio presenta a Candy Montgomery (Jessica Biel), un arquetipo de la ama de casa y madre ideal que se desvive por sus hijos y su marido, participa activamente de su iglesia, y pasa los días ocupándose de todo lo que haga falta en el hogar. La imagen perfecta de Candy empieza a quebrarse cuando después de ir a casa de su vecina la vemos salir con las manos cubiertas de sangre. Todavía no sabemos que acaba de asesinar a Beth Gore (Melanie Lynskey), su vecina, amiga, y madre de la mejor amiga de su propia hija.
Basada en el crimen real cometido en Texas en 1980, la historia se focaliza en las perspectivas de las dos mujeres, la víctima y la asesina, mostrando las diferencias y similitudes entre sus vidas.
A lo largo de cinco episodios, con una estructura temporal que combina pasado, presente y futuro, se verá la relación entre ambas y las circunstancias que llevaron a Candy a cometer el asesinato. Recorremos los años y meses antes del asesinato, la manera en que la amistad entre ambas se fue formando y rompiendo, los días inmediatamente después del crimen, partes del juicio a Candy. No son temporalidades estables a lo largo de los episodios: aparecen y desaparecen según lo que la serie quiere que conozcamos en cada momento, sin importar si tiene un sentido narrativo o no.
Como en la serie The Sinner, que también tuvo a Biel de protagonista en la primera temporada, la pregunta no es quién fue el asesino, sino el por qué. Antes de saber algo de Candy, más allá de su rol como madre, sabemos que cometió un asesinato, al igual que antes de introducirnos en la vida de Beth Gore sabemos que es la víctima. A partir de este evento fundante de la narración, la serie empezará a revelar a lo largo de los capítulos sus personalidades, historias, deseos.
La clave de la estrategia ficcional es el contraste. Tanto desde el arco argumental, que opone a las dos mujeres, como en las escenas que son interrumpidas abruptamente para pasar a otra cosa. Contraste entre el caos de la casa con chicos en la que vive Candy con la soledad de Beth, solo alterada por el llanto de un bebé. El no tener tiempo para nada frente a al no saber qué hacer para llenar las horas. Una escena violenta de limpieza de sangre seguida de los cantos en una iglesia.

Candy, la serie, sigue el auge de las ficciones True Crime (sobre crímenes reales). En el año de su estreno también salieron Dahmer, de Netflix y The Girl from Plainville, de Hulu. El género es muy popular no solo en la televisión, sino también en otros medios, como películas o podcast que entran en detalle sobre crímenes violentos o relevantes mediáticamente. No es la primera vez que este caso en particular se adaptó para las pantallas: en 1998 se publicó el telefilme Implicación y muerte (A Killing in a Small Town) dirigido por Stephen Gyllenhaal y en 2023 HBO lanzó su propia serie, Amor y muerte (Love and Death), protagonizada por Elizabeth Olsen.
El objetivo de esta versión no es solo exponer los detalles del caso: busca humanizar a Candy Montgomery. Desde la sinopsis, el argumento se presenta como una “madre que ha hecho todo lo que se esperaba de ella” y cuya presión del conformismo la lleva a desear algo de libertad. Candy es una suerte de víctima, alguien quien no tenía otra opción, a quien las circunstancias sobrepasaron. Con las libertades creativas que se toma la serie respecto a lo que decide mostrar, algo que se aclara al final de cada episodio (las escenas representadas son ficticias o reinterpretaciones de la realidad) la serie convierte a la persona real en un personaje, y lo utiliza para contar con efectividad su propia narrativa.